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lunes, 27 de octubre de 2014

Mirar y sentir una mirada.

Quiero compartir con vosotras una de mis primeras experiencias con biodanza. Era mi primer contacto con la biodanza, la primera clase en la que participaba. Estábamos en rueda cogidas de la mano, sonaba una música y yo estaba bailando a mi aire. De pronto veo que la facilitadora empieza a indicar, con un gesto exagerado, que nos miremos. (Para los que no lo sepáis, en una clase de biodanza no se habla) Pensé: "¡ah! que hay que mirarse" y empecé a mirar a mis compañeros. ¡Guau! El cambio fue brutal. Me parecía increíble cómo con un gesto tan aparentemente insignificante, mi sensación había dado un vuelco tan grande. Me di cuenta de que antes de mirar a mis compañeros yo estaba sola, bailando en mi propio mundo. A cada lado tenía a una persona cogida de la mano, y los demás estaban físicamente cerca, pero yo estaba aislada en mi movimiento. De pronto, al mirarles y ser correspondida con sus miradas, sentí que formaba parte del grupo, que éramos uno. Fue una comunión. Fue una experiencia muy bonita, sencilla e intensa.
Es lo primero que aprendí, que mirarse es una parte esencial de la biodanza, y que entre no mirarse y mirarse, hay tanta diferencia como de la noche al día.
Un abrazo.


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